jueves, 9 de julio de 2009

Modernidad II

Te veo entre muros dorados, sentada, serena, mirando hacia la nada. Respiras a un ritmo mortal para mí, lo siento, casi divino: Dios me quiere dar calma. Miras hacia un punto muerto, con interés en lo que piensas, en lo que hay afuera. Fuera hay arcos de piedra, fuera hay locura apoyada en ellas, locura con capa que lleva el viento, preguntándose por que se lleva todo. Locura calmada, sin razón cerca a ti. Fuera hay algo que no pudo ser suficiente, algo a lo que volteas tu rostro.
Rubia, entre tantas paredes cuál es la que has mutilado para verme, cuál es la que te permitió. Fuera hay algo con miedo, fuera lo observas. No puedo ver más tu rostro, pero tú ves fuera; quiero voltear, pero me da miedo. Ni te inmutas al rechazo, insistente, bien sentada, humana echas un poco más el rostro.
¿Qué tan figurativo puede ser? Parece tan real
Las paredes quieren carcomerte Devorar
tu pureza
Por qué tardan tanto, porque no pueden. Por qué la envidia nos rodea, por qué los arcos son insuficientes para protegerte, porque son arcos, ¿Por qué aun así te gustan?

La locura voltea, queriendo hablar, gritar, casi culpable, tímida, nerviosa, intenta abrir sus ojos por completo

Respiras, separas tus labios, encuentras con tus ojos,
Figurar el surrealismo tus labios, tus ojos.
Calma Humana
Calma celestial.


Entonces sus ojos se abrían con cuidado, observaba figuras deformes, la luz lo confundía, y al lado de la ventana la joven sentada lo observaba. Intentaba levantarse de lado, como si despertara de un sueño, su rostro se volteaba flojo y veía la habitación, aun sin pensar, sin reaccionar. Al observarla, la tranquilidad se presentaba en toda esa nada; un tanto tibio, su mirada descansaba, su rostro quieto, sin moverse más, sin querer perderla de vista, sólo eso era a lo que alcanzaba su razón, a lo que quería. & así no se percataba aún del viejo.














No se lee bien, por eso es mejor verlo desde aquí http://stackedrubbish.blogspot.es

martes, 9 de junio de 2009

Modernidad

Modernidad.

Lento, así es como se mueve el tiempo ahora; parece como si hubieran sido más de 20 años, más que esos malditos 20 años en los cuales yo, tú…y nadie. Qué puedo pensar ahora, ¿Qué debo pensar ahora?, ¡¿Cómo dejo de pensar ahora en su rostro tan lleno de sangre y tan vacío de vida?! ¡¿Qué es lo que debo hacer para que No, aún así nada ha terminado
…aunque no puedo negar que me encantó escucharla sufrir, me pedía más, estoy seguro que al principio me pedía más, y después sus ojos me decían que pare. Sus gritos no eran más que intentos ahogados de ayuda, pero ella lo quería, estoy seguro que lo quería, le encantó y lo noté, porque cuando su cuerpo cayó no pude hacer más que sonreír, no pude hacer más, ni siquiera pude cerrar los ojos ni pude olvidar la escena, tan encantadora escena.
La escena en la que ambos tú y nadie
Debimos retener con cierta paciencia Más, por favor más
Debimos sentir como el mundo se destruía
Ante nosotros Y SIN PODER HACER NADA Pero ella es igual que tú, “no tiene culpa”


Esta es mi escena, este es mi teatro, mis manos tiemblan: estoy armado. No sonrías más que me contagias, por favor, no sonrías más; por favor, desaparece.

Adiós.



Entonces se pudo escuchar como alguien entraba por los camerinos. La puerta fue azotada, sus pazos se escuchaban rápidos, estaba corriendo (¿Estabas corriendo para verme?) y pronto llegó al escenario, lo observó de espaldas, sus ropas estaban llenas de sangre, en su diestra traía un puñal, al parecer muy gozoso; cabizbajo temblaba un tanto, reía a veces, otras susurraba. Maldita sea la hora en que me viste de esa forma. La rubia no perdió sus modales, coloco recto su torso, sus manos al lado, mas sus ojos me miraban desesperados, podía sentirlo.
-…-entreabrió sus labios tratando de pronunciar algo, mas al parecer se hallaba hasta más nerviosa que el joven, hasta más perdida ¿Desesperada? Juro que nunca lo quise. Sus manos se estiraron hacia mí, pude sentirlo también, me voltee, el joven se volteó para encararla, no precisamente con una mirada amigable. Al observar su rostro una traición le jugaría su consciencia, y es que yo no quería, pero la vi, te vi, vi tu rostro en lugar del de ella, te había matado a ti ERAS UN CADAVER Y AUN ASÍ VINISTE A VERME EN ESCENA, mi última- …ven…no es tu culpa…ven, por favor…-Ella susurraba entrecortadamente, quizás con algo de miedo (Juro que tampoco) mas no dudaba en mantener sus brazos estirados hacia él, quería ayudarlo, sabía por lo que estaba pasando. Ella lo había acompañado siempre, pensaba como él, sabía lo que él quería, ella deseaba lo que él deseaba, y ciertamente como él-
-…¿Uh?...no, no me digas que también lo quieres…-su expresión ahora cambiaba a una un tanto enternecida, tierna; se acercaba a ella con cierto cuidado, apretando el puñal con fuerza, apuntándolo engañosamente a ella- …Porque tú también tienes la culpa…- Todos la tienen, todos tienen la culpa, no puedo dejar de ver sus rostros en el de ella, no puedo dejar de oír sus gritos en vez de los de ella, todos deben estar así, y quizás sí, quizás esa sea mi misión, quizás esa sea mi labor- ¡TODOS TENEMOS LA CULPA DE ESTO! ¡TODOS NECESITAMOS UNA BUENA! –El puñal fue contra el rostro de la joven y entonces , NO, no puedo hacer eso, aun tengo consciencia, sí, la tengo, vamos.
Soltó el puñal antes de que pudiese tocarla, se ocupó de que al caer no rozara con ella, ahora su diestra acariciaba con cariño su mejilla izquierda, sentía su calor, le reconfortaba. Pero no te veías contenta, tú, tú habías venido ¿A ayudarme? No, no ha venido a ayudarte, ¡No lo debe convencer!, es una buena oportunidad, sí, vamos, tienes un arma en la mano izquierda.
Ella lo sabía, sabía con qué indumentaria había salido el joven de casa, sabía qué iba a hacer, y qué es lo que tenía que hacer ella. Apenas sacó el arma se juntó a él, hizo que le apuntase, que el metal chocara contra su cuerpo, que le presionara; estaba buscándolo. Nadie es merecedor de la muerte de otros, pero ustedes hasta con su vida matan a todos. Nosotros no hacemos nada, nunca da resultado POR LO MENOS NO EL QUE YO QUIERO NI EL QUE TÚ, y ahora, tal y como me lo dicen, voy a matarte. No será doloroso porque no soy yo, y yo ya estaré muerto para cuando lo haya hecho. Se le notaba agotado, su respiración, entre temblores, podía dar a notar que se encontraba agitado, su corazón latía, podía sentir el de ella también, sus dedos se apresuraban a jalar el gatillo, ya lo presionaban un poco y entonces Me llamaste al teléfono y no pude terminar.